Se hacía tarde, y el día estaba apunto de dar paso a la noche. Eran las ocho en punto cuando el timbre de la casa retumbó por toda la estancia, alguien había llamado a la puerta. La voz de Pepper se oyó desde el piso de arriba indicando a Morgan que abriera la puerta. Ésta obedeció y bajó al recibidor de la casa. Cuando llegó allí, abrió la puerta y se encontró frente a ella a un chico alto, castaño y, aproximadamente, de veinte años. El chico sonrió a Morgan y preguntó emocionado:
_ ¿Eres Morgan? ¿Morgan Stark?
_ Depende de porque lo preguntes _ respondió seriamente.
_ Tú madre me ha llamado y me pidió que viniera _ explicó éste.
Morgan recordó el número de teléfono que había tirado esta mañana a la basura y suspiró.
_ Te has equivocado de casa _ enfada, se dió la vuelta y le cerró la puerta en las narices al sorprendido chico.
Cuando volvió a entrar en casa, se encontró con su madre en el pasillo. Morgan le lanzó una mirada asesina.
_ ¿Quién era? _ preguntó Pepper con una sonrisa.
_ Una niña scout, vendiendo galletitas _ dijo irónicamente.
Pepper, que sabía perfectamente quién se encontraba al otro lado de la puerta, levantó una ceja y volvió a abrirle la puerta al chico, que ya se había dado media vuelta, dispuesto a marcharse. Éste giró la cabeza cuando oyó el ruido de la puerta al abrirse y volvió a aproximarse a la casa.
_ Me alegro de volver a verla, señora Stark.
_ Yo también me alegro de volver a verte, Peter.