A las afueras de la pequeña y lúgubre ciudad de Tristia, se hallaba un orfanato, antiguo y destartalado. El edificio estaba al cargo de Hindi, una mujer anciana, rica y perversa, que odiaba a los niños, y hacia lo imposible por hacer de la experiencia de los huérfanos una auténtica pesadilla.
Agnes era una niña amable y divertida, castaña y con unos brillantes ojos café, también era la residente más joven, y sin embargo, la que más tiempo había estado allí. Nada más nacer, sus padres la enviaron a Tristia y lleva allí desde que tiene recuerdos. En el orfanato nadie era amigo de nadie y a nadie le importaba lo que pasara con los demás. Pero a pesar de eso, Agnes si tenía una amiga, una persona muy diferente a ella. Se llamaba Daisy y era la cocinera del orfanato. Su pelo era de un negro intenso, y sus ojos amarillos irradiaban confianza. Tenía alrededor de unos 30 años, y era la única persona de la ciudad, aparte de Agnes, que no toleraba el comportamiento de Hindi. Daisy era la única persona que hacia que la vida de Agnes valiera la pena y por esa razón, era la persona que Agnes más adoraba y admiraba. Todos los días Daisy visitaba el cuarto de Agnes, en el que la niña pasaba, prácticamente, todo el día. Durante varias horas, las dos chicas charlaban, y fantaseaban con la vida de sus sueños.
Las conversaciones con Daisy siempre eran revolucionarias y sorprendentes, sin embargo, cuando la cocinera visitó por primera vez en el día a su amiga; la noticia que le comunicó fue tan impactante que provocó que Agnes se quedara inmóvil por unos segundos.
_ Ti-Tienes visita _ balbuceó Daisy.
En otra lugar, y otro momento, esa noticia habría sido maravillosa, pero en el orfanato, la única persona que recibía visitas era Hindi, a la que solía visitar, el contador de la luz, quién le hacia enfadar bastante.
Así que sorprendida y asustada, Agnes bajó al recibidor, abrió la puerta y...