A lo lejos, se oyó la bocina de un barco de vapor, que llamaba a los pasajeros que iban rezagados para poder partir. Dylan se giró y se quedó observando al barco.
_ Supongo que ese es mi billete de huida, ¿no?
_ Sí... Supongo que sí.
Dylan volvió a girarse y miró a Minny. Él tenía los ojos empapados y se mordía el labio intentando contener las lágrimas. Pero a pesar de eso, estaba sonriendo.
_ ¿Puedo preguntarte una cosa? _ dijo Dylan.
_ Claro...
_ ¿Por qué me has ayudado, después de todo lo que os he hecho a tí y a tu familia?
_ Porque... Después de pasarte toda la vida encerrada en una casa, te das cuenta que la libertad es una de las cosas más preciadas que tenemos las personas. Y aunque duela aceptarlo, una persona que te obliga a hacer algo que no quieres, es una persona que te está quitando la libertad de elegir, por mucho que signifique esa persona para ti. Tú estabas rodeado de cadenas, yo solo te pasé la llave.
La bocina del barco volvió a sonar. Dylan sonrió a Minny y ella asintió. Se dió media vuelta y empezó a correr hacia el barco. Cuando estaba a punto de alcanzar la acera que separaba la carretera de la playa, se giró hacia Minny y dijo:
_ Gracias.
Minny le respondió con una sonrisa y entonces se dió cuenta. También estaba llorando. De un modo u otro, ella se veía reflejada en Dylan. Ambos eran personas cuyo destino ya estaba escrito desde el momento en que nacieron y ahora Dylan tenía la oportunidad de labrarse el suyo propio. Opción que Minny no tenía. Ella estaba predestinada a acabar con Voldemort, otra vez, y no tenía la posibilidad de huir en un barco, pues sus elecciones no decidiran solo su futuro sino también el de todos los demás