Minny se aproximó a la tercera puerta y se colocó frente a ella, estaba a punto de abrirla cuando vio su reflejo proyectado en la cristalina superficie de esa puerta. Minny se fijó que tenía las venas del brazo iluminadas por una luz suave de color celeste que se iba intensificando según su cercanía con sus manos. Minny estaba asustada, pero no compartió ese sentimiento con sus amigos. Se estiró las mangas de su sudadera, hasta que estas cubrieron completamente sus brazos y sin vacilar, abrió la puerta de cristal. Una enorme sala se alzó ante la inquieta mirada de los jóvenes. La habitación estaba presidida por una larga mesa, de al menos veinte asientos, en el centro y decorada con escalofriantes retratos de familias que, probablemente, fueran mortífagos. Aunque la sala estaba vacía, Minny se sentía juzgada bajo la severa mirada de todas aquellas personas de rostro firme y mirada perdida. Las chicas y Dylan se pusieron a inspeccionar la habitación (aunque más bien se centraron en los cuadros).
Minny estaba inspeccionando el retrato de una pareja de ancianos magos cuando Dominique dijo:
_ ¡Eh chicas! Venid a ver esto.
Belén y Minny se reunieron con Dominique, que estaba observando fijamente un cuadro, y se pusieron a mirarlo ellas también. En él se hallaban cuatro personas, dos de ellas adultos y, las otras dos, niños. Uno de los niños era ya casi un adulto y, al igual que sus padres, mostraba una expresión seria y orgullosa. Sin embargo, el más pequeño de la familia parecía triste e incluso disgustado. Cuando los ojos de Minny repararon en él, ésta se sintió vacía, un enorme temor se apoderó de ella e incluso sintió un escalofrío. El joven de la foto era... Dylan. Muy lentamente las tres chicas se giraron y vieron al verdadero Dylan apuntando con su varita hacia ellas. A sus espaldas se hallaban un grupo de diez mortífagos sonriendo maliciosamente, todos se reían y se burlan, todos, menos Dylan, que no era capaz de levantar la mirada del suelo. Minny no podía apartar su vista de él, esperando respuestas, esperando ayuda, pero lo único que recibió fue una lágrima, una lágrima que resbaló por el rostro de Dylan y cayó al duro suelo, donde ahora estaban arrodilladas Minny, Belén y Dominique, con las manos en el cuello.