_ ¿Hay alguien? _ preguntó el chico, con el ceño fruncido, intentando ver algo, o a alguien en la oscuridad. Un rayo de luz penetraba justo en la cara del extraño, haciendo brillar sus ojos, de un verde tan claro que podía confundirse con el amarillo; las farolas dejaban ver mechones claritos, casi rubios, en su pelo castaño y alborotado. Tanto su cara como su ropa estaban sucias y desaliñadas, lo cual le daba al joven aspecto de vagabundo, aunque por lo general el muchacho era bastante atractivo. Por su aspecto, Minny no le echaba más de trece años, es decir, uno más que ella, y por su ropa parecía un muggle. Cuando Minny se percató de esto se le hizo un nudo en la garganta, ¿habrían incumplido "El estatuto del secreto"? ¿Habrían hecho magia delante de un muggle? Tenía que solucionarlo. Ya tenían suficientes problemas como para además añadir ese.
_ Ehhhhh, ¡hola! _ dijo Minny levantándose y guardando la bola de cristal en el bolsillo de su pantalón _ Q-Que dí-día tan bo-bonito, ¿verdad?
_ Supongo _ respondió el chico encogiéndose de hombros _ ¿Qué hacéis aquí solas en este callejón?
_ Jugar al pádel, si te parece _ dijo Belén irónicamente _ ¿Tú que creés que vamos a estar haciendo en un callejón?
_ Pues no lo sé, por eso mismo pregunto.
Belén abrió la boca para replicar pero Dominique se lo impidió.
_ Estamos resguardándonos del sol _ dijo Dominique pisando a Belén en el pie, que seguía mirando amenazante al muchacho.
_ Ya... ¿Y la bola mágica de cristal para qué era? _ todas se quedaron mirando al muchacho con la boca abierta, las habían descubierto, no había vuelta a atrás. El joven se percató de sus caras de sorpresa y se apresuró a explicarse _ Tranquilas, tranquilas... Yo también soy un mago _ susurró, y un sentimiento mezcla de alivio y confusión se juntó en la mente de Minny.